La revolución verde, el símbolo de la intensificación agrícola no
solo falló en asegurar una producción de alimentos abundante y segura para
todas las personas, sino que fue instaurada bajo la suposición de que siempre habría
abundante agua y energía barata y que el clima no cambiaria.
Los agroquímicos, la mecanización y las operaciones de irrigación
que son el centro de la agricultura industrial, son altamente dependientes de combustibles
fósiles cada vez más caros y escasos.
Las condiciones climáticas extremas se están haciendo más comunes
y más violentas, amenazando los cultivos, especialmente los monocultivos
modernos genéticamente homogéneos que cubren el 80% de las 1.500 millones de
hectáreas de tierra cultivable. Además la agricultura industrial contribuye con
cerca del 25‐ 30% de las emisiones de gases efecto invernadero, modificando
tendencias climáticas y comprometiendo así la capacidad del mundo para producir
alimento en el futuro.
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